miércoles, 26 de diciembre de 2007

Historia de Ajoblanco

En el ajo
En los años ’70, la España franquista vivió una experiencia extraordinaria: el estallido del movimiento estudiantil contra la dictadura, la lucha obrera, las comunas, el hippismo y el arte conceptual, el surgimiento de teatros, editoriales y librerías independientes, el despertar de una contracultura en Barcelona y el resurgimiento de Madrid. Con todo ello, el movimiento libertario vivió su apogeo entre 1976 y 1978, y sus efectos se desperdigaron por toda España, hasta dar forma a eso que en los ’80 se conoció como La Movida. José Ribas fue testigo privilegiado de esa época y fundador en 1974 de Ajoblanco, una revista independiente que llegó a vender 100 mil ejemplares y se convirtió en abanderada de valores como la ecología, el humanismo, la sexualidad libre y el pensamiento libertario. Ahora, treinta años después, publica Los 70 a destajo, un libro en el que enhebra memorias personales con reflexiones colectivas para tejer un tapiz de aquellos años que liberaron a España.
Aquellos años locos: Pepe Ribas y Toni Puig en la tapa del libro que revisita a fondo los años de Ajoblanco.


Por Miguel Rep
¿Cómo te sentiste en la movida madrileña, vos que venías del agite de tu Barcelona?
–Yo dejé Barcelona y me fui a Madrid cuando no quise convertir Ajoblanco en una gran empresa que hiciera productos y tratara a los lectores como consumidores. En aquel momento vendíamos más que El País y sabía cómo hacerlo. Queríamos montar una editorial de libros, teníamos a varios de los nuevos autores, íbamos a montar una revista de viajes, pionera. Toni Puig preparaba una revista de revolución pedagógica; yo acababa de lanzar La Bañera, de nueva literatura, y Alfalfa de ecología, estábamos en una situación inmejorable. Pero yo no quería transformar un colectivo libertario en una gran empresa de comunicación que tuviera que hacer estudios de mercado para manipular a los lectores. Los lectores eran lo mejor y los que habían escrito sus inquietudes en la revista. Esa fue la clave de Ajoblanco.
Sí, eso está claro en el libro, el momento de la renuncia, tu crisis..., pero ¿cómo fue tu movida interior?
–Me salieron todo tipo de enfermedades. Primero tuve una varicela y luego una hepatitis cuando yo nunca había estado enfermo. En Madrid me encontré con el origen de la movida que no se llamaba “movida” sino “nueva ola”.
¿Y cómo la percibías?
–La llegué a vivir como una obra de teatro o un carnaval, me divertía aquella expectación, pero fui espectador... aunque estuviera en el centro pues viví junto a Cecilia Roth, Gorka de Duo, Marta Oliveras, Quico Rivas, Vico Fernández-Cuesta. Pero no me impliqué.
Todo lo contrario al Ajoblanco...
–Me convertí en mirón y sólo participaba a través de una psicoanalista argentina exiliada que trataba a jóvenes aristócratas que se drogaban y vivían en el opuesto a la educación recibida. Aquello era un totus revolutum muy abierto, pero las conversaciones que mantuve con ella fueron como si estuviéramos haciendo el psicoanálisis a la movida.
Estaban observando...
–Sí, mantuve una relación muy intensa con mi amiga argentina. Con otra amiga común, Marisa Arés, monté una editorial de la movida, se llamaba Puntual, y publicó el libro de Miguel Bosé, novelas de Nuria Amat y Lourdes Ortiz, que era mujer de Fernando Savater, de quien yo era buen amigo. Una tarde la pasaba con él charlando, otra en el estudio de fotografía de Pablo Pérez Mínguez, donde se hacían las tapas de los discos y donde Almodóvar se vestía de mujer. Luego ibas al piso de Las Costus, un par de pintores kitch, que era como un club de locas y locos en que Alaska y los Pegamoides eran los reyes absolutos de aquel supermercado de colores. Cuando la libertad se convirtió en una epidemia, se abrieron locales como Las Carolinas, un club duro en que tocaron por vez primera Santiago Auserón y Radio Futura. El Sol, un lugar mítico en el que veías a Paco Umbral charlar con Alaska o Rockola y la nueva ola se convirtió en moda y movida.
EL DESTAPE: PORTADAS DE AJOBLANCO EN SUS TRES ETAPAS: DE 1974 A 1980, DE 1987 AL 2000, Y LA ULTIMA, MUY BREVE, EN EL 2004.
En la movida madrileña no había manera de meter marxistas, ¿no?
–No, ni tampoco anarquistas, ellos eran prepunk-punkpospunk, pero todos teñidos de terciopelo de colores. La movida fue el grito de libertad de una ciudad que había estado oprimidísima y con unos tremendos celos de lo que había pasado en Barcelona en los ’70. Madrid reventó de golpe contra la represión causada por los grupos de extrema derecha callejera y contra la concentración del poder político franquista que duró hasta el ’79. Cuando llegué en septiembre del ’79, una tarde estaba con un grupo de argentinos en el café Comercial. Entraron los guerrilleros del Cristo Rey con cadenas y a un argentino le abrieron la cabeza porque se suponía que todos los argentinos eran exiliados y estaban contra los militares.
De izquierda...
–Y le abrieron la cabeza a un médico... yo viví mucho en Madrid la movida con argentinos..., pero con profesionales que habían huido del golpe...
Y que no se entregaban a la movida... ¿la miraban también como espectadores?
–Sí, pero les gustaba y decían: “Bueno, España por fin se libera del catolicismo”, pero era todo como un carnaval que duró como tres años, fue muy interesante hasta que se masificó y fue utilizado por los socialistas. Pero el origen fue fascinante porque había conocido a toda esta gente en los ’70 desde Barcelona yendo a Madrid.
Y eran todos lectores del Ajoblanco.
–También había habido en Madrid un movimiento anterior aglutinado en el Ateneo Politécnico que la policía franquista cerró cuando empezaba a dar buenos frutos. Fue un centro de agitación muy importante. Así que cuando fui a Madrid a Almodóvar ya lo conocía... había mucho intercambio.
A PLENO: LA PRIMERA REDACCION DE AJOBLANCO EN 1973: MARIA DOLS, PEPE RIBAS, JOSE SOLE, ANA MILA, ANA CASTELLAR, FRANCISCO MARSAL, LUISA ORTINEZ Y TONI PUIG. (FOTO: PEP RIGOL)
¿Qué era lo más atractivo de la movida?
–La libertad y el disparate.
Había humor, cosa que en la Barcelona de los ’70 no encontrabas tanto.
–En Barcelona había creencia, y compromiso. Aunque finalmente ganó el humor y todo el país se convirtió en una inmensa movida en la década de los ’80. Fueron dos tiros certeros para cambiar España de arriba abajo. Supuso una revolución de las costumbres y de la vida cotidiana sin precedentes que América latina no tuvo. El machismo en España es una cosa que se bajó de golpe, y hubo mucha bisexualidad, tanto en la movida como en Barcelona... La gente perdió los papeles, fue una época muy libre, veías a los europeos alucinados.
Pero las drogas también eran distintas en ambas experiencias, ¿no?
–Sí, pero en Madrid la gente que tomaba heroína no se pinchaba, la snifeaban. En cambio, en Barcelona los jovencitos que cayeron a final de los ’70 se pincharon de entrada, estaba todo más provocado por la policía para acabar con la alternativa de los ateneos libertarios.
¿Cómo te ves a vos mismo a través del tiempo?
–Soy muy inquieto, muy activo y bastante coherente, no he cambiado mucho mi manera de pensar. El viaje iniciático que hice a Grecia con mis compañeros de un grupo poético de la universidad cambió mi vida; éramos cinco personas con una extracción económica, ideológica y familiar diferente. Yo venía de una familia burguesa conservadora y muy culta. Mi padre era una persona compleja y muy poco autoritario en su actitud y su educación... él te dejaba hacer... “solamente aprenderás haciendo”. Lo que sí me aconsejaba era la no violencia. Probablemente porque en España, en las décadas del ’10, ’20 y ’30, hubo mucha violencia... Además, a su padre lo mató una bala perdida de un anarquista en la estación de tren cuando él tenía 6 años y era el mayor de cinco hermanos, o sea que lo marcó. Pero yo, básicamente, en ese viaje iniciático, a una inquietud social que siempre tuve se le une ya una inquietud cultural y clara de ser escritor. Yo recuerdo que estaba leyendo La Odisea, y ya había leído bastante... en esa época encontrabas los libros cuando los encontrabas. Además recuerdo que leí mucho surrealismo, Dadá, Lowry y sobre todo a la Beat Generation, y es curioso porque los leía a través de editoriales argentinas –como pasó con Capote– y me gustaba mucho Artaud por la unión de arte y vida, ¿no? Yo buscaba unir la creatividad a la vida, no a los libros ni a las teorías y, de alguna manera, en ese viaje iniciático, leyendo La Odisea en un barco, yendo a la isla de Delos, Mikonos, vi un grupo de delfines saltando y... no sé...
FITITO CONTRA EL GENERALISIMO: MANIFESTACION ANTIFRANQUISTA IMPROVISADA EN PASEO DE GRACIA. (FOTO: PILAR AYMERICH

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